martes, 27 de octubre de 2015

Exposición Max Bill


En la calle Castelló, barrio de Salamanca; me encontraba resguardado de la lluvia bajo el techado exterior de la fundación Juan March. Había llegado sin problemas puesto que no era la primera vez que acudía a ver una de sus exposiciones o a acudir para algún recital. Preparaba un bolígrafo y una pequeña libreta para apuntar toda la información pertinente sobre la exposición a la que estaba a punto de entrar.

Me enteré de la misma a través de María Jesús Abad, profesora de la asignatura "Análisis de la Forma, el Color y la Luz". Propuesta como una exposición recomendada, aunque no obligatoria, en un principio no me llamó la atención por el tipo de arte que en ella se exponía y no tuve intención de ir. He de decir que me sorprendió gratamente al tomármela como un estudio y no para disfrute personal. No porque no pudiese gustarme si no porque soy algo reacio al orden, a ese tipo de arte en concreto y porque la palabra "arquitecto" como una de las principales profesiones del artista en cuestión no me atrajo lo suficiente.

Una vez dentro fui directo a coger un panfleto informativo para aprender algo más sobre el autor de las obras. En él se leía su nombre en forma de su firma: Max Bill.
Tras leer un poco de información sobre el artista suizo y ver que gran cantidad de las obras procedían de la "Max Bill Foundation" creada por su hijo Jakob decidí ponerme en situación y buscar el comienzo de la exposición, lo que me dejó ver la amplia recepción de la fundación aunque no me cuadraba mucho tanta pared blanca junto a la madera de otras zonas de la estancia. Giré a la izquierda para comenzar, y un cuadro me golpeó de lleno al sobresalir en la multitud de sus obras colindantes. Prácticamente todos los cuadros tenían el marco blanco y estaban colocados en una pared blanca, pero éste, tenía el marco negro y no era lo que esperaba. Se trataba de un autorretrato del autor, pinceladas diferentes a todo el orden y perfección geométrica que se presentaba en el resto de cuadros en los que mi vista no se había posado apenas una fracción de segundo. El verde y el rojo peleando entre sí por captar mi atención y formando la cara de Max. He de decir que este cuadro es el que más me gustó de toda la exposición desde ese mismo momento, y me abrió un poco más la mente al hacerme darme cuenta una vez más de que todo eran prejuicios. Había algún otro con marco negro que aún siendo también diferente al resto, no me llamó tanto como este primero.

Tras quedarme un rato contemplando esa primera obra pasé a fijarme en el resto, una iluminación neutra cumplía de manera que todas las obras pudieran ser contempladas sin variaciones de color o sombras, lo que creo que es un punto positivo si no se está buscando un efecto de luz concreto. En el folleto además de una pequeña biografía e información sobre el autor se encontraba también toda la información sobre cada una de las obras expuestas, que a su lado tenían un número que se correspondía con información en el folleto, nombre, material y procedencia. Quizá era un poco molesto tener que buscar cada vez que te interesaba alguna obra, pero también vi como un aspecto a favor el que las cartelas no acompañasen a los cuadros, ya que uno se fija directamente en las obras y no va cartela a cartela leyendo lo que ven sus ojos como si lo importante de la obra se lo fuesen a dar esas pequeñas dos tres líneas que normalmente acompañan cuadros y esculturas.

Me sorprendió también la simpleza con la que una figura de Max podía integrarse con su fondo, algo que a veces a los que dibujamos o pintamos nos cuesta y parece que no están integrados entre sí. Juega con las figuras entrelazándolas entre sí, mezclándolas con su fondo pero lo que aún me sorprendió más, es que todo estaba hecho por planos algo que, al menos para mí, añade varios puntos de dificultad a la composición. La forma es el color para Bill, con cada color presenta una forma, que en su mayoría son poligonales y planas. También líneas rectas y curvas crean formas que recuerdan a mapas y planos. Prácticamente todo transmite orden y paz, incluyendo espirales y puntos que le llevan a uno a acordarse del espacio, las galaxias y el firmamento.

Solo recuerdo que una de las paredes tuviese un color diferente al resto, y era una que presentaba algunos carteles publicitarios y algunos panfletos informativos. El color elegido era el gris, aunque no sé si sería parte del edificio de la fundación al albergar exposiciones temporales o estaba pintado a propósito así para la exposición de Max Bill en concreto. También un proyector mostraba sobre una de las paredes fotografías de sus obras arquitectónicas haciendo así parecer que la pared en cuestión tenía también un color diferente y variable.

Al pasar el proyector me encontré con una vitrina rodeada de, nuevamente, marcos con formas cuadradas colores y polígonos que sin atraerme esta vez, hacían que fijase toda mi atención en el interior de la vitrina. Esculturas realizadas en latón que hacían que uno buscase su reflejo en ellas, viéndose así como parte de la propia obra y olvidando los cuadros de alrededor, que parecían custodiar esa vitrina. Más adelante, la penúltima forma de la exposición me invito a buscar mi reflejo en ella. Esta vez se trataba de granito negro y uno se veía claro, firme y duro sobre su superficie. La última de todas las obras que contemplé fue otra forma esbelta y alargada que trepaba hacia el techo. En latón realizada con base de madera, la columna infinita a mi salida esperaba. Y haciendo caso de mi propio pensamiento salí de la fundación Juan March cavilando en lo que había aprendido durante esos instantes en los que me di cuenta de que estuve a punto de no ver las obras por puro prejuicio.


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