En la calle Castelló,
barrio de Salamanca; me encontraba resguardado de la lluvia bajo el
techado exterior de la fundación Juan March. Había llegado sin
problemas puesto que no era la primera vez que acudía a ver una de
sus exposiciones o a acudir para algún recital. Preparaba un
bolígrafo y una pequeña libreta para apuntar toda la información
pertinente sobre la exposición a la que estaba a punto de entrar.
Me enteré de la misma a
través de María Jesús Abad, profesora de la asignatura "Análisis
de la Forma, el Color y la Luz". Propuesta como una exposición
recomendada, aunque no obligatoria, en un principio no me llamó la
atención por el tipo de arte que en ella se exponía y no tuve
intención de ir. He de decir que me sorprendió gratamente al
tomármela como un estudio y no para disfrute personal. No porque no
pudiese gustarme si no porque soy algo reacio al orden, a ese tipo de
arte en concreto y porque la palabra "arquitecto" como una
de las principales profesiones del artista en cuestión no me atrajo
lo suficiente.
Una vez dentro fui
directo a coger un panfleto informativo para aprender algo más sobre
el autor de las obras. En él se leía su nombre en forma de su
firma: Max Bill.
Tras leer un poco de
información sobre el artista suizo y ver que gran cantidad de las
obras procedían de la "Max Bill Foundation" creada por su
hijo Jakob decidí ponerme en situación y buscar el comienzo de la
exposición, lo que me dejó ver la amplia recepción de la fundación
aunque no me cuadraba mucho tanta pared blanca junto a la madera de
otras zonas de la estancia. Giré a la izquierda para comenzar, y un
cuadro me golpeó de lleno al sobresalir en la multitud de sus obras
colindantes. Prácticamente todos los cuadros tenían el marco blanco
y estaban colocados en una pared blanca, pero éste, tenía el marco
negro y no era lo que esperaba. Se trataba de un autorretrato del
autor, pinceladas diferentes a todo el orden y perfección geométrica
que se presentaba en el resto de cuadros en los que mi vista no se
había posado apenas una fracción de segundo. El verde y el rojo
peleando entre sí por captar mi atención y formando la cara de Max.
He de decir que este cuadro es el que más me gustó de toda la
exposición desde ese mismo momento, y me abrió un poco más la
mente al hacerme darme cuenta una vez más de que todo eran
prejuicios. Había algún otro con marco negro que aún siendo
también diferente al resto, no me llamó tanto como este primero.
Tras quedarme un rato
contemplando esa primera obra pasé a fijarme en el resto, una
iluminación neutra cumplía de manera que todas las obras pudieran
ser contempladas sin variaciones de color o sombras, lo que creo que
es un punto positivo si no se está buscando un efecto de luz
concreto. En el folleto además de una pequeña biografía e
información sobre el autor se encontraba también toda la
información sobre cada una de las obras expuestas, que a su lado
tenían un número que se correspondía con información en el
folleto, nombre, material y procedencia. Quizá era un poco molesto
tener que buscar cada vez que te interesaba alguna obra, pero también
vi como un aspecto a favor el que las cartelas no acompañasen a los
cuadros, ya que uno se fija directamente en las obras y no va cartela
a cartela leyendo lo que ven sus ojos como si lo importante de la
obra se lo fuesen a dar esas pequeñas dos tres líneas que
normalmente acompañan cuadros y esculturas.
Me sorprendió también
la simpleza con la que una figura de Max podía integrarse con su
fondo, algo que a veces a los que dibujamos o pintamos nos cuesta y
parece que no están integrados entre sí. Juega con las figuras
entrelazándolas entre sí, mezclándolas con su fondo pero lo que
aún me sorprendió más, es que todo estaba hecho por planos algo
que, al menos para mí, añade varios puntos de dificultad a la
composición. La forma es el color para Bill, con cada color presenta
una forma, que en su mayoría son poligonales y planas. También
líneas rectas y curvas crean formas que recuerdan a mapas y planos.
Prácticamente todo transmite orden y paz, incluyendo espirales y
puntos que le llevan a uno a acordarse del espacio, las galaxias y el
firmamento.
Solo recuerdo que una de
las paredes tuviese un color diferente al resto, y era una que
presentaba algunos carteles publicitarios y algunos panfletos
informativos. El color elegido era el gris, aunque no sé si sería
parte del edificio de la fundación al albergar exposiciones
temporales o estaba pintado a propósito así para la exposición de
Max Bill en concreto. También un proyector mostraba sobre una de las
paredes fotografías de sus obras arquitectónicas haciendo así
parecer que la pared en cuestión tenía también un color diferente
y variable.
Al pasar el proyector me
encontré con una vitrina rodeada de, nuevamente, marcos con formas
cuadradas colores y polígonos que sin atraerme esta vez, hacían que
fijase toda mi atención en el interior de la vitrina. Esculturas
realizadas en latón que hacían que uno buscase su reflejo en ellas,
viéndose así como parte de la propia obra y olvidando los cuadros
de alrededor, que parecían custodiar esa vitrina. Más adelante, la
penúltima forma de la exposición me invito a buscar mi reflejo en
ella. Esta vez se trataba de granito negro y uno se veía claro,
firme y duro sobre su superficie. La última de todas las obras que
contemplé fue otra forma esbelta y alargada que trepaba hacia el
techo. En latón realizada con base de madera, la columna infinita a
mi salida esperaba. Y haciendo caso de mi propio pensamiento salí de
la fundación Juan March cavilando en lo que había aprendido durante
esos instantes en los que me di cuenta de que estuve a punto de no
ver las obras por puro prejuicio.